El semanario The New Yorker publicó en su edición de esta
semana una investigación en la que a partir de hechos de violencia
reciente en Guadalajara, México, analizó el combate al narcotráfico, la
lucha del gobierno contra el comercio de drogas y presuntos nexos de
autoridades con el crimen organizado.
Bajo el título “Los capos. La lucha por Guadalajara”, la información
de varias páginas firmada por William Finnegan calificó como una “guerra
de baja intensidad” a lo que definió como una lucha “entre facciones
con lealtades que cambian, en ciudades y pueblos con complejas
historias”.
La investigación del semanario señaló que “el gobierno tiene
innumerables caras –con más de dos mil agencias policiacas, para
empezar y sus controles contra la corrupción son muy débiles para
enfrentar el poder de los miles de millones del narco”.
Finnegan aseguró que “la idea de un Estado unificado que persigue de
manera furiosa a los criminales es una pura pantalla”, un término que
emplea en español en forma reiterada para indicar que -a su juicio- en
México no hay certezas en la guerra contra las drogas.
En el texto publicado por The New Yorker, el autor explicó
que escuchó innumerables veces la palabra “pantalla”, que definió como
una teoría o acción que encubre una realidad que alguien no quiere
difundir.
Según Finnegan, las teorías sobre las pantallas se basan en
especulaciones, algunas sólidamente informadas, en tanto que otras
muestran poco sustento.
De acuerdo con el texto de The New Yorker, “nadie cree que
el gobierno sea el que imponga actualmente las reglas en México”, en
referencia al supuesto poder que tiene Joaquín El Chapo Guzmán –quien se estima emplea de manera directa o indirecta 150 mil personas– y grupos criminales como Los Zetas.
Pese al supuesto poder que se concede a El Chapo, y a los esfuerzos del gobierno para capturarlo, The New Yorker
consideró que “pocos parecen creer que la captura o muerte de Guzmán
haría una significativa mella al tráfico de drogas en México”.
El texto de Finnegan para The New Yorker apuntó que “tanto
para (el presidente Felipe) Calderón como para el país, perseguirlo es
la manera de evadir el duro trabajo de construir una democracia más
transparente y moderna”.
Para el semanario neoyorquino, los mexicanos “han perdido confianza
en el imperio de la ley” y apuntó que más que con partidos políticos,
los criminales negocian con políticos.
La investigación de Finnegan para The New Yorker señaló que
fue durante gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI)
cuando se realizaron la mayor parte de los acuerdos entre
narcotraficantes y gobernantes.