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Reos de la cárcel de Honduras narran como sobrevivieron

 

COMAYAGUA, Honduras.— Tiene la piel curtida, el rostro descompuesto y miedo en el rostro. No es para menos: el hombre estuvo a punto de morir calcinado o asfixiado, como muchos de sus compañeros en la granja penal de Comayagua, donde hasta el miércoles se habían contabilizado 358 cadáveres de presos.


Dos cadáveres yacían frente a frente en un lavatorio, sus restos totalmente ennegrecidos. Otros, fundidos en una sola masa informe, fueron encontrados en un baño. Con el olor a muerte rondando la prisión, Eladio Chicas relató todo el terror que vivió al ver que sus compañeros morían. “Y no pude hacer nada, nada, porque todos luchamos por salvarnos”, dijo.


Chicas, de 40 años, cumple una condena de 39 años, de los cuales ya purgó 15, “por asesinato”, afirmó entre dientes y en voz baja. Con una mascarilla que le cubría parte del rostro, esposado de sus manos y con un policía que lo sujetaba de la camisa, aseguró, “afortunadamente estaba en el módulo 4, donde dormían 43 reos, pero aquí nadie murió, nos salvamos como pudimos”.


La cárcel tiene 12 módulos o dormitorios; seis se quemaron. “No sé cuánto tiempo pasó, nosotros rompimos el techo y salimos, pero vimos cómo morían en el módulo de enfrente. (Los presos) querían salir, pero estaba cerrado el portón. Todos murieron. Esto fue algo horrible, es una pesadilla”, dijo.


Héctor Daniel Martínez pudo haber sufrido una muerte horrenda. Cuando estallaron las llamas, estaba durmiendo en una cama metálica. Vio las llamas sobre su cabeza y escuchó los alaridos de los presos. Entonces corrió hasta la única puerta de la barraca. Estaba cerrada con candado. La mayoría de los 135 presos en la barraca corrieron hacia el otro extremo, lo que resultó ser una decisión fatal. Martínez fue uno de los 28 que permanecieron cerca de la puerta hasta que llegó un enfermero con la llave. “Son 107 los muertos”, dice con rostro casi impasible.


La granja penal fue diseñada para albergar a unos 250 reos dedicados a trabajos agrícolas y a la crianza de cerdos, pero llegó a tener hasta 956 presos. Ahora, 358 están muertos, muchos de ellos sin siquiera haber sido juzgados. “Dicen que un reo se puso loco al drogarse con mariguana y le agarró feo. No sé si fue él quien le dio fuego (a la cárcel). Si fue así pues ya está muerto porque (en esa barraca) todos murieron”, dijo Chicas.


Según Martínez, los presos en su barraca observaron impotentes cuando el guardia que tenía las llaves huyó sin abrir la puerta. Un preso, conocido como “El Chaparro, y que trabajaba de enfermero, recogió las llaves y fue de barraca en barraca abriendo puertas, metiéndose entre el fuego. Pero para cientos de presos ya era muy tarde

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