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Inocente pasa 22 años en prisión

Nueva York.- Una noche invernal, hace 23 años, en una calle trasera en Williamsburg, Brooklyn, un ladrón de joyas que intentaba huir de un fallido robo, entró en pánico y le disparó a un rabino jasídico en la cabeza, identificado como Chaskel Werzberger, quien murió cuatro días después.

La víctima era sobreviviente de Auschwitz.

El asesinato del rabino causó mucha pena e indignación. El “Rabino Asesinado” fue noticia de primera plana en todos los tabloides. El alcalde David N. Dinkins viajó al enclave del judaísmo Satmer en Williamsburg a manera de duelo y ofreció una recompensa de 10 mil dólares.

El nuevo procurador de distrito de Brooklyn, Charles J. Hynes, acudió al funeral y prometió atrapar al asesino.

Cuarenta detectives trabajaron en el caso, dirigidos Louis Scarcella, quien recibió la colaboración cercana de un influyente rabino Satmar, y arrestaron a un empleado adicto a las drogas de una imprenta llamado David Ranta.

Los judíos jasídicos rodearon el auto en el que el acusado era transportado rumbo a la cárcel, golpeando el techo del vehículo y gritando “¡Pena de muerte!”.

Ranta fue condenado en mayo de 1991 y sentenciado a pasar 37.5 años en una prisión de máxima seguridad, donde permanece hasta hoy en día.

Es casi seguro que no es culpable.

Esta semana, tras una larga investigación llevada a cabo por una unidad creada por Hynes, que revisa las condenas cuestionables, planea pedir a un juez del estado que libere al prisionero.

El abogado de Ranta, Pierre Sussman, quien llevó a cabo su propia investigación, dijo que su cliente ha recibido instrucciones de limpiar su celda.

Ranta podría salir libre mañana. En las décadas transcurridas, desde que un jurado lo condenó por asesinato, casi toda la evidencia de este caso ha sido desestimada.

Un testigo clave dijo a The New York Times que un detective le dio órdenes para que seleccionara a Ranta cuando fue presentado en la línea de los sospechosos.

Un violador condenado dijo al procurador de distrito que falsamente él implicó a Ranta con la esperanza de llegar a entablar un trato a su favor.

Una mujer ha firmado una declaración en la que dice que ella también mintió sobre la implicación de Ranta en el caso.

El detective Scarcella y su compañero, Stephen Chmil, de acuerdo con los investigadores y documentos legales, rompieron todas las reglas. Conservaron pocos documentos escritos, entrenaron a un testigo e hicieron que Ranta confesara bajo lo que un juez describió como circunstancias muy dudosas.

Permitieron que dos peligrosos criminales salieran de la cárcel, fumaran crack y tuvieran encuentros con prostitutas a cambio de incriminar a Ranta, según dijo un investigador.

En el juicio, los fiscales reconocieron que los detectives habían actuado de manera malintencionada pero los describieron como simples sinvergüenzas.

Tras haber sido contactado el martes, Scarcella, quien se encuentra retirado, defendió su trabajo. “Yo nunca he incriminado a nadie en mi vida”, dijo.

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