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Narco joyas servirán para reparar caminos rurales

Al gobierno federal no sólo le interesa subastar todo lo
decomisado al crimen organizado y utilizar lo recaudado para reparar caminos
rurales, sino que el proceso sea público, para que todos puedan verlo.

 

Qué mejor lugar para que todos lo vean, por lo que
representa, que Los Pinos, convertido desde diciembre pasado en centro
cultural, luego de haber sido por 84 años la residencia oficial del poder en
México.

 

A los compradores, en cambio, no les interesa si las
joyas tienen un mal karma, no les importa si antes pertenecieron a sicarios o
narcotraficantes, a políticos corruptos o a criminales de cuello blanco.
Tampoco les da miedo que en un futuro, estos busquen recuperar sus joyas.

 

“Realmente no, porque ni siquiera es para tenerla yo, es
para venderla. Y pues, creo que no necesariamente todo es del narco, como le
llaman joyería del narco”, dice Jorge Camacho, uno de los compradores de la
subasta.

 

Cuando se le pregunta si tiene miedo de usar joyas, a las
que sus dueños originales hipotéticamente pretendan recuperar a toda costa, más
adelante, cuando las carpetas de investigación que se las decomisaron sean
cerradas, duda su respuesta al inicio. Entre muecas se acomoda la gorra y al
final, contesta convencido.

 

“Ahora que lo menciona, como que sí está de pensar, qué
tal que agarre la pulsera que le gustaba mucho a tal narcotraficante y ahí anda
queriendo recuperarla. Pero el SAE tiene mucha discreción en esa cuestión”,
sostiene mientras a sus espaldas trabajadores comienzan a desmontar la carpa
donde se llevó a cabo la reunión de postores.

 

Tres hombres que vinieron a la subasta desde Culiacán,
Sinaloa, pero que prefieren conservar en el anonimato su identidad, por “ser
muy penosos”, tampoco sienten temor de comprar joyas que antes pertenecieron al
narco.

 

La razón que dan para su insospechada tranquilidad, es
según ellos, muy sencilla, “hubieran mandado a alguien a comprarlo, nos da
miedo la gente que está aquí, viéndonos y grabándonos”, dice en voz bajita el
más grande de los tres sinaloenses de complexión robusta.

 

“Yo te puedo decir que no he visto, en ninguna
experiencia, a alguien que la quiere recuperar. ¡Bueno! Que alguien inquieto
compre estos bienes no, incluso los cruzamos con la Fiscalía, el RFC y la CURP,
para evitar que cualquier gente inquieta pudiera comprar este tipo de bienes.
Pero no, con mucha honestidad y franqueza te lo digo, que no tengo ninguna
experiencia al respecto”, explica Ricardo Rodríguez, titular del SAE.

 

En esta ocasión, en la sexta subasta a martillo de bienes
muebles en lo que va del año, se ofertaron con un valor entre 20 o 30 por
ciento menor del de mercado, 148 lotes de joyas decomisadas indistintamente por
el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y la Fiscalía General de la
República (FGR).

 

Originalmente estaban programados 153 lotes de joyas,
pero antes de empezar el ejercicio se informó que cinco habían sido retirados,
sin especificar las causas de su salida. Se recaudaron 10 millones 298 mil
pesos, un 49 por ciento menor a lo planeado en los precios de referencia.

 

Para comprar las cerca de dos mil piezas, entre relojes,
anillos, esclavas, mancuernillas, plumas, hebillas, collares y otros
accesorios, se dieron cita 70 compradores, conocidos como postores en el argot
de las subastas, más otros cinco adicionales que pujaron vía telefónica.

 

Un reloj marca Piaget, con un precio de salida de 2
millones 953 mil 700 pesos, la pieza más cara de todo el catálogo se quedó sin
comprador, igual que todas las “piezas fuertes”, es decir, las más caras que se
ofertaron solamente a compradores de paletas amarillas. Los de paletas verdes y
rojas solo podían hacer ofertas por lotes de menor cantidad.

 

La pieza que más dinero recaudó, fue un reloj marca Patek
Philipps, que fue comprado en un millón 20 mil pesos, por dos hombres con
marcado acento norteño, pero de identidad desconocida, que al terminar la
primera vuelta de la subasta, decidieron retirarse cubriéndose el rostro ante
las insistencias de la prensa que buscaba hablar con ellos.

 

Muchas personas se quedaron de pie del otro lado de las
vallas, observado bajo el agotador rayo del sol, como se compraban joyas por
miles de pesos. Patricia Flores, una de esas personas que estuvo las casi cinco
horas que duró la subasta acepta que la curiosidad es lo que la llevó hasta
ahí.

 

“Saber qué es lo que traían…sabemos cuánto dinero, eran
unas fortunas que no nos imaginamos nosotros, pero quería verlo (…) No sé
cuanto cuesten, ni si están en buen precio pero sí que se vendan, porque esto
costó muchas vidas”, agregó al respecto.

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