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Gusto por la comida basura es la causa de obesidad

ROMA, Italia.

 

El porcentaje de niños en edad escolar con sobrepeso casi
se ha duplicado desde el 2000, síntoma de un sistema alimentario defectuoso en
el que muchas veces resulta más fácil comer comida basura que frutas y
verduras.

 

El último informe de la ONU sobre nutrición ofrece el
retrato de una crisis global que empieza desde muy temprano: en 2016 había 338
millones de niños entre 5 y 19 años que pesaban más de la cuenta (18,4 % de esa
población) y en 2018 el problema lo sufrían 40 millones entre los de menor edad
(5,9 %).

 

Ninguna región se salva de esa marea que arrastra a 2.000
millones de mayores de edad en el mundo y que en Norteamérica, Oceanía,
Latinoamérica y Europa supera ya tasas del 50 % en adultos y del 25 % en niños
en edad escolar.

 

“La emergencia no necesariamente se debe a que tengamos
demasiada comida, sino a que los alimentos disponibles no son los adecuados”,
dijo a Efe el director de Nutrición de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), Francesco Branca.

 

La inseguridad alimentaria, que sufren 2.000 millones de
personas de forma grave o moderada, aumenta la probabilidad de padecer
sobrepeso o, todavía peor, obesidad.

 

Se estima que hay 830 millones de obesos entre adultos y
niños, por encima de los casi 822 millones de hambrientos, subrayó ayer en la
presentación del informe el director general de la Organización de la ONU para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva, que habló de
una “epidemia” en rápida expansión.

 

En el fondo, mucha gente no puede acceder a alimentos de
calidad mientras el sistema alimentario les pone en bandeja productos baratos
de alto contenido en grasas, sal y azúcares.

 

Los hábitos han cambiado tanto que actualmente la mayoría
de niños en edad escolar no comen suficientes frutas y verduras, pero sí
consumen comida rápida y bebidas gaseosas con regularidad, según el panorama
descrito por Naciones Unidas.

 

Esos productos industriales suelen ser ultraprocesados,
según la clasificación NOVA, que cataloga los alimentos por su grado de
procesamiento y fue ideada por un equipo de la Universidad de Sao Paulo
(Brasil).

 

Su profesor Carlos Monteiro detalló recientemente en Roma
que los productos altamente procesados buscan “reemplazar a los alimentos”,
tomando proteínas, carbohidratos y grasas de cultivos de bajo costo y
recombinándolos con aditivos.

 

En Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o Australia, se
calcula que hasta el 60 % de las calorías proceden de dichos productos,
mientras que en países de ingresos medios como Brasil, Chile o México, el
porcentaje es del 35 % aunque aumenta a mayor ritmo, según el especialista.

 

“Es la dieta perfecta para las enfermedades no
transmisibles. Cuanto más aumenta la proporción de ultraprocesados, más sube la
incidencia de obesidad, diabetes, cáncer y otras causas de mortalidad”,
insistió Monteiro, que citó recientes estudios realizados en España, Francia y
EEUU que arrojan resultados similares en ese sentido.

 

En España, un proyecto de la Universidad de Navarra siguió
a cerca de 20.000 voluntarios durante 15 años y concluyó que un mayor consumo
de ultraprocesados (más de 4 porciones diarias) estaba asociado con un 62 % más
de riesgo para todas las causas de mortalidad.

 

El investigador principal del estudio, Miguel Ángel
Martínez-González, explicó a Efe que decidieron contar con todos los
ultraprocesados y sus distintas sustancias, de modo que al juntar “todas las
piezas del puzzle” vieron que el “efecto combinado era mucho mayor”.

 

Para evitar una exposición duradera de los niños a esas
dietas de mala calidad, capaces de empujarlos al sobrepeso de adultos, Branca
llama a actuar cuanto antes, invirtiendo en programas de alimentación escolar
saludable y en redes de seguridad social para las familias desfavorecidas.

 

También existen las opciones tentadas por algunos países de
limitar la publicidad de comida basura y prohibir su venta cerca de las
escuelas, elevar los impuestos de las bebidas gaseosas, modificar la
composición de los productos o subsidiar la producción de frutas y verduras.

 

El responsable de la OMS instó a garantizar que las
personas con bajos ingresos “tengan acceso a productos saludables” y políticas
públicas que “modelen los ambientes alimentarios”.

 

Para Monteiro, no hay duda de que revertir la situación
actual llevará muchos años en los mercados llenos de ultraprocesados, si bien
“el gran reto consiste en preservar los patrones de dieta en aquellos países en
los que aún se cocinan alimentos frescos”.

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