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Psicólogos explican por qué la gente maltrata a los animales

La violencia extrema infligida por seres humanos es
irracional. Lo que pasó con el video que se viralizó hace unos días en redes
sociales, en donde se ve cómo un hombre acuchilla y mata a un perro en Piedras
Negras, Coahuila, es prueba clara de ello.

 

Quienes reprodujeron la escena se indignaron por la
frialdad y determinación con que el sujeto —inicialmente identificado como un
trabajador de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), quien luego salió a
dar declaraciones afirmando que no se trata de él— le entierra una navaja a un
perro que se le acerca confiadamente.

 

Sea cual sea la identidad, su conducta nos resultó
incomprensible. Hablamos con especialistas para que nos ayudaran a comprender
qué debe haber en la conformación psíquica de alguien para ser capaz de cometer
algo así.

 

Eva Rivera es psicóloga clínica, especializada en
atención a adultos y grupos, y parte del hecho de que lo que somos de grandes
es un reflejo de lo vivido en la infancia. Ella trabajó durante un tiempo con
pacientes del Reclusorio Norte, y asegura que con estas personas generadoras de
violencia pasa algo similar que con las que atentan con animales: suelen
presentar con mucha frecuencia problemas para relacionarse, pues crecen con
apegos inseguros que se fincan en relaciones deficientes con sus padres o con
quienes los cuidan.

 

“Considero que ellos crecen con una semilla interna
distorsionada, que va haciéndose más grande con el paso del tiempo. Como
provienen de ambientes violentos, hacen de ella un mecanismo de supervivencia y
normalizan abusos de todo tipo”, asegura Rivera.

 

Según dice, van por la vida con una autoestima frágil y
cuando sus mayores no les delinean límites, la situación puede ponerse peor.

 

Al respecto, Aurelio Ramírez Gutiérrez, quien a su vez
tiene una maestría en psicología clínica con enfoque cognitivo conductual, la
predisposición a convertirse en maltratador de animales puede tener también una
explicación en niños que fueron abusados y que, cuando llegan a la pubertad,
agreden a todo lo que les represente un ambiente de inseguridad, sobre el que
no tienen control.

 

“También le ocurre a pequeños abandonados. Ellos pueden
actuar por soledad o por aburrimiento. Al no contar con la supervisión continua
de un adulto, se aburren y enfocan en el animal que tengan más al alcance”,
dice el experto.

 

Y hace un apunte adicional importante: el
acostumbramiento a la violencia en contra de animales también es cultural y, en
algunos casos, hasta visto como un deporte. ¿Por qué, se pregunta, nos resulta
admisible la existencia de la tauromaquia, de las peleas de gallos o de perros?

 

Ginzy Calderón, quien se especializa en constelaciones
familiares, agrega que en estos casos puede diagnosticarse el tipo de problema
que se tiene enfrente sólo con observar la violencia evidenciada.

 

Cuando actúan en contra de la vida del animal, asegura,
ya se trata de un trastorno de conducta que la mayoría de las veces viene
acompañado de una personalidad antisocial, a la que puede preceder una infancia
con mucha violencia intrafamiliar.

 

“Hay gente que sí disfruta el dolor. Y eso ya está
relacionado con la psicopatía. Ellos no sólo están fuera de empatía hacia a la
vida, sino que no están en la vida. Estas personas están tan enojadas con todo,
que muchas de sus acciones van enfocadas a la muerte”.

 

“Hacer lo que este hombre hizo en contra del perrito
habla mucho de su percepción del control, de sentirse superior porque lo que en
realidad debe sentir es una inferioridad impresionante, que desquitó contra un
ser que no podía defenderse”, puntualiza.

 

Lo último que se sabe del caso es que las autoridades de
Piedras Negras, Coahuila, giraron un boletín informativo en el que aseguran que
se buscará hacer justicia por lo ocurrido. El alcalde Claudio Bres Garza ya
presentó ante el ministerio público del fuero común una denuncia formal para
que se actúe contra quien resulte responsable.

 

En el capítulo del código penal del estado en el que se
sientan las bases sobre delitos contra la vida, integridad y dignidad de los
animales, se especifica que lo que le podría esperar al hombre que mató al
perrito es una pena de entre seis meses y cuatro años de cárcel. El mismo texto
señala que, en caso de que lo ocurrido pusiera en peligro la vida del animal,
la pena se aumentará en una mitad al monto de tiempo señalado; es decir, el
máximo sería de seis años.

 

La búsqueda del responsable sigue en curso. Y sea que den
con él o no, Eva Rivera deja sobre la mesa de discusión un punto relevante:
“por el tipo de personalidad que demuestran estas personas, si no se les asigna
una sanción adecuada, seguro seguirán haciendo lo mismo. Y cada vez de peor
forma”.

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