Hace un año, Julissa recibió la primera dosis de la vacuna del Papiloma Humano. Hasta la fecha, esta jovencita de 13 años continúa paralizada de la cintura hacia abajo.
“A nosotros ni nos dijeron que la iban a vacunar, nos enviaron una circular de la escuela y nos dijeron que era la semana de vacunación y que las niñas de quinto y sexto grado iban a recibir una dosis contra el Virus del Papiloma Humano”, comenta Martha Alicia, madre de la menor.
Refiere que el día que vacunaron a su hija nunca pensó que su salud se vería amenazada.
“La niña estuvo muy bien, no presentaba síntomas de nada. Un mes después, comenzó con dolores de cintura, me decía que a veces se le dormían las piernas y yo pensaba que era porque en la escuela hacían mucho ejercicio porque estaba en el equipo de basquetbol”.
Julissa comenzó a presentar dolores de espalda más intensos y fue entonces cuando ya no pudo mover las piernas.
“La llevamos a estudios, le mandaron a hacer rayos x, resonancia magnética, la mandaron a terapia y nada dio resultado”.
No fue sino hasta que la llevaron a Estados Unidos cuando se les cuestionó si había tomado algún medicamento o si era alérgica a algún alimento.
“La niña fue la que se acordó que le habían puesto esa vacuna en la escuela y fue cuando el médico nos dijo que esas vacunas deben ser aplicadas por especialistas y que los padres debemos aprobar que se las apliquen”.
Martha Alicia comenzó entonces a buscar en Internet, a informarse con algunos otros médicos y todo indicaba que la vacuna le había provocado parálisis a su hija.
“Al principio mi esposo y yo quisimos demandar, fuimos a la escuela, les pedimos que respondieran pero nos dijeron que ese no era un programa de la escuela y que debía ser el Sector Salud, quien respondiera por lo que le pasaba a mi hija”.
Asegura que a un año de que le aplicaron esa vacuna, su hija no ha podido recuperar del todo la movilidad.
“Hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance y el único cambio favorable que ha tenido mi hija es que puede mover los dedos de los pies. Ha sido un año terrible para nuestra familia porque no alcanzamos a entender cómo de un minuto a otro, cambió la vida para nuestra niña”.
Refiere que el día que vacunaron a su hija nunca pensó que su salud se vería amenazada.
“La niña estuvo muy bien, no presentaba síntomas de nada. Un mes después, comenzó con dolores de cintura, me decía que a veces se le dormían las piernas y yo pensaba que era porque en la escuela hacían mucho ejercicio porque estaba en el equipo de basquetbol”.
Julissa comenzó a presentar dolores de espalda más intensos y fue entonces cuando ya no pudo mover las piernas.
“La llevamos a estudios, le mandaron a hacer rayos x, resonancia magnética, la mandaron a terapia y nada dio resultado”.
No fue sino hasta que la llevaron a Estados Unidos cuando se les cuestionó si había tomado algún medicamento o si era alérgica a algún alimento.
“La niña fue la que se acordó que le habían puesto esa vacuna en la escuela y fue cuando el médico nos dijo que esas vacunas deben ser aplicadas por especialistas y que los padres debemos aprobar que se las apliquen”.
Martha Alicia comenzó entonces a buscar en Internet, a informarse con algunos otros médicos y todo indicaba que la vacuna le había provocado parálisis a su hija.
“Al principio mi esposo y yo quisimos demandar, fuimos a la escuela, les pedimos que respondieran pero nos dijeron que ese no era un programa de la escuela y que debía ser el Sector Salud, quien respondiera por lo que le pasaba a mi hija”.
Asegura que a un año de que le aplicaron esa vacuna, su hija no ha podido recuperar del todo la movilidad.
“Hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance y el único cambio favorable que ha tenido mi hija es que puede mover los dedos de los pies. Ha sido un año terrible para nuestra familia porque no alcanzamos a entender cómo de un minuto a otro, cambió la vida para nuestra niña”.
