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Los cadáveres del Everest

El Everest es la cumbre más alta del mundo, con 8.848 metros sobre el nivel del mar, localizado al noroeste de la frontera entre Nepal y el Tíbet ocupado por China.

Para atacar la cima del Everest  hay numerosas vías abiertas, las más comunes son la vía sur desde Nepal, que es la más fácil, y la vía norte desde el Tíbet.
Todas ellas tienen una cosa en común: a partir de los 8.000 metros hay que atravesar la llamada “zona muerta”.
La zona muerta es aquella donde la cantidad de oxígeno en el aire no es suficiente para sostener ninguna forma de vida.
El riesgo de sufrir “mal de altura” a causa de la falta de oxígeno, aparece a partir de los 2.400 metros.
La hipoxia o falta de oxigeno inicial puede provocar alucinaciones o incluso euforia, que no permiten al afectado ser consciente de su situación física real.
Según los médicos, en la zona muerta del Everest, una vez iniciados los síntomas, un individuo tiene entre 1 y 2 minutos de plenas facultades para paliar su situación. 
Los expertos en alta montaña dicen que los individuos que se vienen abajo 
lo hacen en unos 20 – 25 minutos.
Foto: Marco Epis atendido por el equipo de Sergey Kofanov tras sufrir mal de altura.
Los peligros del Everest: la zona muerta, mal de altura, congelación y grietas.
Para evitarlos, los escaladores realizan períodos de aclimatación.
Al mal de altura hay que sumar el clima extremo del Everest, que supone riesgo por congelación e hipotermia permanente. 
Por último, otro riesgo importante son las grietas ocultas por la nieve, que se forman al partirse los estratos de hielo en el suelo. 
La explotación turística del Everest

 El desafío se ha convertido en un clásico entre empresarios y altos directivos con poder adquisitivo. 
Otro clásico, más orientado a escaladores profesionales, es intentar batir algún record sin sentido.
Para acceder a la cumbre del Everest se parte desde el campamento base y se atraviesan varios campamentos de paso numerados de menor a mayor, según su cercanía a la cumbre.
En qué condiciones se realiza la ascensión y establecimiento de esto campamentos es una cuestión de dinero, del viaje contratado o de los planteamientos que siga el equipo. 
En la imagen, la ruta sur. La zona muerta empieza justo al salir del campamento IV.
El gobierno de Nepal cobra 25.000 dólares US por persona por un permiso para realizar la subida y después cada escalador o equipo de escaladores se organizan como crean conveniente. 
En la cumbre del Everest no se pierde nadie.
Por las rutas más comunes se accede a ella caminando por un risco en el que hay colocada una cuerda guía; y una de dos: o sigues la cuerda o te despeñas ladera abajo a un abismo del que sería prácticamente imposible salir. 
Técnicamente no tiene ninguna dificultad, aunque hay que escalar varias paredes pequeñas, una por la ruta sur y dos por la ruta norte, llamadas escalones. 
 Foto: Tramo final del risco por la ruta sur.
No obstante, desde el momento en el que se accede a la zona muerta – y antes también – el escalador está poniendo su vida en serio peligro.
Si un individuo se va al suelo y no es capaz de volver a levantarse como para salir por su propio pie, es imposible que un grupo de escaladores lo arrastren hasta sacarlo fuera de la zona muerta.
Si lo intentasen se jugarían sus propias vidas.
A esas alturas, por cada paso que se da, un montañero entrenado puede necesitar realizar tres respiraciones, el corazón se acelera, incluso en reposo, para suministrar oxígeno con más frecuencia debido a su escasez y el cuerpo va casi al límite cargando con el soporte vital necesario: ropa, botellas de oxígeno o medicamentos. 
 En la imagen, la ruta norte.
Los helicópteros comunes no pueden ascender a tanta altitud.
El único helicóptero que ha logrado llegar a la cumbre del Everest fue un Eurocopter AS350 preparado en el año 2005. Logró mantenerse estable unos minutos en la cima, pero no llegó a posarse del todo porque se hundiría en la nieve, y nunca apagó el motor.
Desde un punto de vista económico, el precio del helicóptero en sí es tremendo.
Mantener una base de helicópteros en el campo base sería igualmente poco realista. 
 Foto: un helicóptero de fabricación rusa que se accidentó en el 2003 cuando trataba de aterrizar en el campamento base. Dos de sus nueve ocupantes murieron.
Si un escalador no puede levantarse afectado por mal de altura, lo único que se puede hacer es darle una asistencia médica muy limitada, pero la única solución eficaz es descender.
El tiempo que se puede permanecer en la zona muerta es limitado, así que si el afectado no logra levantarse, sus compañeros o rescatadores se verán obligados a abandonarlo.
Si el riesgo que supone intentar mover a un enfermo en la zona muerta hace que sea una tarea inviable, mover un cadáver es algo que casi nadie se plantea.
Cuando alguien fallece, su cuerpo queda en el mismo punto donde cayó; y cuando se enfría, se congela petrificándose.
Este fue el caso de Peter Boardman, que desapareció en 1982 intentando la complicada ruta nor-noroeste. Fue encontrado 10 años después sentado, como si estuviera durmiendo.
Se calcula que atacando la cima del Everest  han muerto más de 200 escaladores, 150 nunca se han encontrado y los accesos a la cima están plagados de cadáveres visibles más de 40 que han quedado al aire en el punto exacto donde cayeron, por lo que los escaladores que suben van sorteando cuerpos que han empezado a bautizar con nombres porque los usan como puntos de referencia en su ascensión.
 Foto: El Saludador, no hay confirmación, pero por la postura, es posible que sea este.
El más famoso y uno de los primeros que se ven es “El Saludador”.
Le apodaron así porque el cadáver quedó petrificado con un gesto de saludar con los brazos.
El segundo cuerpo más famoso es el de “Botas verdes”, llamado así por el vistoso color fosforito del calzado que llevaba.
Botas verdes era Tsewang Paljor. Pereció por el frío durante el desastre de 1996.
 Foto: Botas Verdes en la Cueva de Roca
Su cuerpo fue encontrado después postrado en la llamada “Cueva de Roca”. 
Sus restos se hicieron famosos porque todo el mundo que accede por la ruta sur, tenía que pasar al lado de él a menos de un metro, casi apartándose para sortearlo, siguiendo las cuerdas que se ven en la foto.
El 11 de Mayo de ese año, el más mortífero en la historia de la montaña, ascendía junto a otros compañeros cuando fueron sorprendidos por una fuerte ventisca.
Seis miembros del equipo decidieron abortar el intento, pero Paljor siguió adelante con dos compañeros.
 
El llamado “desastre de 1996″, se cobró 15 vidas en un solo día en el que 33 montañeros atacaban la cima por la ruta sur provocándose un atasco en la única pared que hay que escalar, el “Hillary Step” (Escalón Hillary), un “overbooking” en pleno Everest.
Para atacar la cima por la ruta sur se sale a media noche del campamento 4 y se tardan entre 10 y 12 horas en ascender los 1.000 metros restantes, considerándose las dos de la tarde como límite de hora seguro para hacer cumbre.
Si se llega más tarde, se corre el riesgo de perecer al frío de la noche o caer por la ladera al descender.
La mayoría de los accidentes se producen en el descenso.
El atasco en el escalón  provocó retrasos irreparables.
Se levantó una fuerte ventisca limitando la visibilidad, lo que impidió que muchos de los que descendían encontrasen el camino de regreso y murieran de frío. 
Los intentos de rescate solo lograron traer de vuelta a 4 personas.
 Foto: Aunque parezca un parque de atracciones, esto es una expedición haciendo cola para acceder a la cima del Everest  por la ruta sur en el año 2009.
Al lado de Botas Verdes quedó David Sharp, que el 15 de Mayo del 2006 realizaba su tercer ataque a la cumbre.
Había lanzado varias acometidas en solitario desde el campamento base, sin oxigeno, sin sherpa, sin guía, sin radio, sin medicamentos, sin ningún otro soporte vital.
Subía con lo puesto, puede que con la intención de batir algún record.
Es el caso que más escándalo e indignación ha causado entre la comunidad alpinista,  tal vez por ser el que mejor escenifica el circo que hay montado en torno al Everest.
En su descenso se vino abajo y se sentó al lado de Botas Verdes para intentar recobrar fuelle.
Por delante de David Sharp llegaron a pasar de largo unos 40 escaladores sin pararse, hasta que lo encontró la expedición Brice liderada por Mark Inglis, un especialista que había perdido las dos piernas por congelación en 1982 y que ahora utilizaba prótesis metálicas.
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