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¿Por qué los padres confunden el nombre de sus hijos?

Un
estudio reciente revela que no hay razón para preocuparse y que este equívoco
sólo significa que tus padres te quieren mucho, tanto como a tu hermano o
hermana.

La
culpa es de cómo organizamos los nombres en el cerebro

Para
comprender por qué los padres confunden a menudo los nombres de sus hijos, es
necesario profundizar en la organización cerebral de la memoria.
En nuestro cerebro la información se organiza en categorías que guardan
relación entre sí. Por ejemplo, los conceptos que tenemos de perro y gato se
encuentran en la misma zona, bajo la categoría “animales”.

Cuando
memorizamos algo, ya se trate de un nombre propio o un concepto, esa
información se incluye en el almacén que hemos construido en nuestra memoria.
Los nombres de las personas, por ejemplo, los ubicamos dentro de diferentes
categorías, como si fuera una agenda: los compañeros de trabajo, la familia,
los amigos o los conocidos.

Un
estudio llevado a cabo en la Duke University y la Aarhus
University ha profundizado en este fenómeno. Los psicólogos encuestaron a
unas 1.700 personas para saber con qué frecuencia confundían los nombres de los
demás e indagaron en estas equivocaciones. El 95% de los encuestados indicaron
que sus padres u otros familiares solían confundir su nombre. El 51%
reconocieron que ellos mismos también confundían los nombres de los miembros de
su familia.

Sin
embargo, lo más interesante fue que la confusión más común era entre nombres de
personas que pertenecían a una misma categoría en el «almacén» de
nuestra memoria. Por ejemplo, solemos confundir los nombres de amigos con los
de otros amigos, los nombres de personas de la familia con otros familiares y
el nombre de la pareja actual con el de las ex parejas. Sin embargo, es poco
probable que usemos el nombre de nuestra madre para llamar a una amiga o que
confundamos el nombre de un hijo con el de un colega de trabajo.

De
hecho, estos psicólogos descubrieron que el parecido físico entre las personas
tampoco era un factor determinante para que se produjeran las confusiones, y ni
siquiera el parecido fonético entre los nombres.

Por tanto, en la base de las equivocaciones se encuentra el tipo de relación
que mantenemos con las personas, y no cuánto se parecen sus nombres o su
físico. Tanto es así que algunas personas incluso pueden confundir el nombre de
su hijo con el de su mascota, sobre todo cuando se trata de un perro, ya que
según esta investigación, en nuestra «agenda de nombres» mental
solemos incluir a los canes dentro de la categoría “familia”.

Por
tanto, el hecho de que los padres confundan el nombre de sus hijos no significa
que quieran más a uno que a otro, sino que ambos nombres se encuentran
guardados en una zona del cerebro muy especial, donde han ubicado a las
personas que más aman.

http://www.rinconpsicologia.com

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