A veces, el pasado regresa en forma de duelo de pitcheo. Max Fried y Jack Flaherty, una dupla que compartió dugout cuando aún no sabían afeitarse todos los días, volvieron a encontrarse. No en la preparatoria de Harvard-Westlake, donde coincidieron una temporada en 2012, sino en la lomita del Comerica Park lanzando fuego y memoria.
Fried, ahora con el uniforme a rayas, no parecía estar lanzando para el equipo más presionado de la historia, sino para un campo de secundaria lleno de scouts. Siete entradas, cinco hits, 11 ponches. La mejor salida de su temporada.
El segundo triunfo en su cuenta personal. Y lo más importante: una victoria frente a un excompañero que nunca lo fue en ligas mayores, pero que alguna vez se sentó junto a él a esperar su turno en la preparatoria.
Flaherty, quien llegó este año a Detroit como una promesa de reinvención, no se quedó corto. Tres imparables permitidos, nueve ponches, el tipo de actuación que sería ganadora, pero los bats de Tigers se tomaron la noche libre, y él lo pagó con una derrota injusta.